(+34) 687885797 / 967435456 reservas@patiodelasflores.es

 Logo Patio de las Flores en Riópar

La micología es una afición transmitida.

Por primera vez en mucho tiempo he vuelto a ver asomar las claras de un dia de otoño entre los pinares de las Sierras del Segura y de Alcaraz, al tiempo que pongo en práctica mi afición micológica.

Mientras… el pueblo de Riópar apenas despierta.

Con el tiempo los roles han cambiado, ahora soy yo quien debe transmitir a las generaciones más jóvenes de mi familia el saber popular,  sin titubeos y sin libro, del mismo modo en que me enseñaron a mí.
IMG-20151106-WA0013
Caminamos en silencio mientras el viento nos agita los cabellos, la  lluvia fina y clara se precipita sobre nosotros…, la temperatura es suave.
El misterio del bosque nos invade, nada es estático aunque todo parezca estar como siempre.
Saltamos el primer riachuelo torrencial, caminamos despacio y atentos; nuestras botas se abren camino de manera firme y sosegada por entre los helechos, de vez en cuando los pies juegan a esconderse bajo la mullida alfombra de hojarascas mojadas que han transformado el marrón rojizo y brillante de mis punteras en sombreado y mate.
Dejo que la mirada recorra la extensión de suelo próxima y húmeda que nos rodea, pronto se dejan ver… allí están … como ninfas encantadas…
Doy dos golpecitos en el hombro de mis pequeños y sin mediar palabra arqueo las cejas e indico con la mirada la dirección correcta para buscar; mudos corren bajo el cielo gris del amanecer…, se arrodillan y cortan los primeros ejemplares – ¡ son setas de Caña!– gritan a la vez que me devuelven una amplia sonrisa –  Sólo por ésto ha merecido la pena madrugar.
Mientras  cortan los frutos de la inmaculada y gigantesca setera yo me limito a disfrutar del momento sentada bajo un castaño teñido de amarillos y ocres con algunos toques de verdes retardados.
Setas, hongos, nízcalos, patatas de monte… eso que llamamos micologia, tan antiguo como atractivo…
Aunque está muy de moda no es algo que hayamos descubierto recientemente; alguna vez leí que en un libro llamado  Alexifarmaca, datado del año 185 a.C, ya se hacía referencia a las prácticas micológicas…
Por fin han terminado…
Las cestas de mimbre, amplias y extendidas, están casi llenas; seguimos con nuestro paseo exploratorio agitados por la emoción; disfruto cada segundo con los giros alocados de mis pupilos, denotan fascinación…, la experiencia para ellos ha debido ser casi equivalente a encontrar un tesoro.
IMG-20151106-WA0012
El tiempo transcurre, seguimos adentrándonos en el bosque, poco a poco nos vamos calmando…
El silencio sordo logra  apagar nuestros sonidos, sólo se oye de nuevo el crujir de las ramas mecidas por el viento…. la lluvia ha cesado…,  el sol se asoma para regalarnos una preciosa mañana de cielo límpio.
Decidimos quitarnos los impermeables y extenderlos en el suelo con la intención de hacer un alto en el camino; nos sentamos mientras tomamos un tentempié, pero… los ojos ávidos de los niños no descansan…, exploran curiosos todas las siluetas a ras del suelo con forma de seta sin prestar atención alguna a los ruidos, les queda mucho por aprender.
Tras un largo rato callados deciden romper el silencio y acribillarme a preguntas: – ¿Por qué unas setas se comen y otras no?¿Las que no se comen saben mal?¿Qué otros usos tienen?¿Se ha muerto gente por comer setas?…- las preguntas se suceden una tras otra mientras  la miradas quedan  fijas sobre mi persona.
Pienso bien antes de contestar para dar respuestas coherentes y acertadas a su lluvia de incógnitas. Mi mente rebusca en la historia hechos que sustenten mis argumentos: imagino a prehistóricos usando los hongos como base para hacer fuego, a la civilización micénica  3500 años atrás utilizando una conocida seta como vaso para beber, a los egipcios empleándolas como ingrediente de fermentación en la elaboración de pan y cerveza…, a los bárbaros consumiéndolas como alucinógenos…, a griegos, romanos e indues, adictos a ellas, considerándolas  alimentos sagrados
A la vez que voy respondiendo… un sin cesar de dudas me asaltan: ¿Tanto les gustaban las setas a los césares romanos como para que la Amanita Caesarea deba su nombre a ellos?¿Como pudo el emperador Claudio ingerir Amanita Phalloides y Caesarea de forma conjunta sin distinguir el sabor de una y la otra hasta  costarle la vida? ¿Qué tienen estos seres que a todos nos atraen?
Por fín nos ponemos de nuevo en pie y proseguimos…, disfruto anticipadamente del final feliz de nuestra aventura: me dirijo de forma decidida y certera hacia un lugar donde sé que encontraré…, alguien en algún momento de mi vida me indicó el lugar exacto.
Antes de proseguir intento retener el olor húmedo y puro, con fragante aroma a pino…, destapo el rodal de nízcalos escondidos bajo la pinocha en la base de un tronco…, los niños observan por encima de mi hombro hasta tomar conciencia del descubrimiento, la alegría los sobrecoge de nuevo, apresurados los cortan y los huelen mientras me hacen muecas de agrado.
Satisfechos de haber vivido un maravilloso día nos encaminamos de vuelta al pueblo, ya está oscureciendo… Atravesamos robledales, pinares y  bosques mixtos…, atrás quedan los álamos semidesnudos como últimos testigos de nuestra aventura.
IMG-20151106-WA0016
Ahora… sólo nos queda buscar a lugareños expertos con los que revisar la recolección para evitar errores y aprender un poco más sobre los protagonistas del otoño.
Autora: María del Carmen Jiménez Rodríguez
Dedicado a todos aquellos que practican, enseñan y, sobre todo, regalan a los  más jóvenes su tiempo y conocimientos en este campo.