Como cada tarde después de comer, estoy sentada en la terraza del Hostal- Restaurante «Los Bronces», a punto de concluir mi investigación… la tarde está nublándose, pequeños remolinos de viento se acercan levantando una molesta polvareda mientras arrastran todas las hojas secas que encuentran a su paso…
Tres desconocidos curiosean a mi alrededor mientras buscan un lugar donde sentarse al resguardo de la tormenta, que ya es inminente…, me hacen preguntas…, y yo a ellos…
Son Vicente, Fernando y Manuel… intuyo que tienen mucho que contar…
– Siéntense y… ¡cuéntenmelo, por favor! – los tres me miran atónitos y sonríen algo nerviosos.
– ¡De acuerdo!- dice Manuel izando su dedo a modo de advertencia…
Éramos muy jóvenes, casi unos niños… Un viernes 21 de enero de 1966, en el diario de “Las Provincias de Valencia” se publicó un artículo titulado “RIO MUNDO: UNA MARAVILLA SUBTERRÁNEA”, donde aparecían unas fotografías de Vicente Puchol, sacadas cuatro años antes; Vicente era presidente e integrante de la sección del Centro Excursionista de Valencia…
Corría el rumor de que entre las Sierras de Segura y de Alcaraz se alzaba un impresionante y grandioso circo calizo con más de doscientos metros de altura del que se precipitaba una vertiginosa cascada desde un orificio a mitad de pared…, y allí estaban las fotografías que confirmaban su existencia.
El centro excursionista de Valencia formó la expedición junto con el Grupo Espeleológico Gispert…
El azar, la curiosidad y la juventud nos unió e hizo posible nuestra aventura…
Sin pensarlo dos veces nos fuimos hasta Albacete en un tren borreguero, a precio reducido, gracias al kilométrico proporcionado por la Federación de Montaña; desde allí hasta aquí, en «la montañesa» (autobús de línea), un penoso y largo viaje por una carretera sin asfaltar…
A punto de comenzar la primavera, las condiciones climatológicas eran muy frescas, más propias del pirineo que de la provincia Castellano-manchega que nos ocupa.
(Manuel cuenta la experiencia con tal entusiasmo que consigue revivirla al presente, en primera persona)
– ¡El lugar es fantástico! Los rumores sobre lo que aquí hay no hacen justicia a la realidad, todos estamos perplejos, no solo por la belleza, también por la inaccesibilidad, todos menos Vicente, que ha participado en otras cuatro expediciones con anterioridad, desde el año 1962.
Vicente apenas rebasa la veintena, sin embargo es un hombre con mucha paciencia, experiencia y tesón, nos da mucha confianza, el dirige la expedición “RIO MUNDO 66”…
Siguiendo sus indicaciones, cogemos los cuatro carburos y la cuerda de cáñamo de treinta metros, la aventura promete… tenemos que ir preparados.
No hay rastro de camino que nos facilite el acceso, a duras penas vamos abriendo una vía de ascenso, pero la caliza mojada no nos lo pone nada fácil, serán muchas las horas hasta alcanzar nuestro objetivo.
Estamos exhaustos de cansancio, pero saltamos como locos y nos abrazamos porque lo hemos conseguido ¡ya estamos frente a la maravilla subterránea!
Tal vez no seamos los primeros en haber subido aquí, pero seremos los primeros en explorarla hasta profundidades nunca antes alcanzadas por nadie… Sin perder tiempo echamos un vistazo a las escasas fotografías y croquis de la entrada de la cueva, producto de anteriores trabajos de algunos de los integrantes del grupo.
Nuestra misión aquí es explorar nuevas cavidades, medirlas, fotografiarlas y topografiarlas… todos estamos impacientes por empezar a trabajar.
Entramos y salimos de la cueva todos los días, bajamos para dormir, nutrirnos y reponer combustible para los carburos. ¡Esto es agotador!
Algunos días avanzamos muy poco, otros nada…
Los carburos se nos apagan con frecuencia y la cuerda se corta de vez en cuando, pero el aparato topográfico inventado por Vicente nos está facilitando mucho las mediciones y la localización de algunos puntos geográficos dentro de la cavidad.
El rio se nutre de todas las aportaciones de agua procedentes de la lluvia y del deshielo a través de las simas de la enorme zona cárstica situada a más de un centenar de metros por encima del techo de la cavidad, el Calar del Rio Mundo.
Algunos tramos son oscuros y sin posibilidad de ser iluminados…, requieren expeleobuceo y los atravesamos a oscuras…
La complejidad y peligrosidad es extrema a través de las frías y oscuras aguas que fluyen entre las horadadas rocas… ¡Esto es un paraíso subterráneo!
Ha pasado ya casi una semana y ninguno de los espeleólogos se rinde, pero el tiempo se agota y debemos concluir.
Antes de descender tomamos asiento en el exterior de la cueva, cada uno como y donde puede, hablamos de la experiencia, el silencio nos sobrecoge por sorpresa, empezamos a descender con pena…
A medida que nos distanciamos del paraje de los Chorros… la tristeza se acentúa.
La noche se nos ha echado encima…
Llegamos al Campamento de San Juan para reunirnos con los demás miembros de la expedición, cenamos más bien poco…, las provisiones compradas a nuestra llegada en el único comercio del pueblo ya escasean; Los que hoy se quedaron vigilando el campamento base se apartan de la mesa y aseguran no tener apetito, se hacen una infusión de hierbas, sutilmente nos están cediendo su minuta, nosotros agradecemos el gesto, y no somos capaces de renunciar al privilegio.
La noche se alarga entre risas y anécdotas, nadie quiere dormirse, ninguno queremos que esto se acabe, pero la cuenta atrás ya ha empezado…
El sol no ha salido aún, y ya estamos posicionados en la carretera al encuentro de «la montañesa», a poco menos de un par de kilómetros del campamento. Llega antes de lo previsto… frena chirreando algunos metros por delante nuestro, cargamos los petates y subimos.
A pesar de la oscuridad todos pegamos la nariz al cristal helado de la ventanilla. Atrás dejamos unos muy felices días, sólo nos llevamos un fascinante y bonito recuerdo, y un dosier lleno de datos geográficos para ampliar las exploraciones anteriores hasta completar seis kilómetros de galería dentro de la gruta – Manuel se calla y hace una larga pausa…
– Medio siglo después volvemos a estar aquí de nuevo – añade Fernando – pero ya sólo hemos venido tres – los ojos de Vicente se empañan por momentos, me dirige una sonrisa mientras se apresura a buscar un pañuelo en el bolsillo derecho de su pantalón…
“Las cosas no ocurren porque sí, son consecuencia de un antes y germen de un después, que inconscientemente buscamos y procuramos que ocurra.»
Autora: MariCarmen Jiménez Rodríguez
Fotografías y otros documentos: Vicente Puchol, Fernando Martínez y Manuel Ambou
Para los que saben valorar los esfuerzos de los demás, y en especial… para aquellos héroes pioneros y avanzados a su tiempo, que se atrevieron con las primeras y penosas expediciones llevadas a cabo dentro de la cueva de los Chorros, «nuestra maravilla subterránea»: Vicente Puchol, Luis Contreras, Ricardo Montesinos, José González, José Contreras, Miguel Engasa, Hernesto Hengasa, Elías Tobarra, Aurelio Bastidas, Valentín Peris, Fernando Martínez y Manuel Ambou
La redacción de este documento ha sido posible gracias a la memoria y diario aportado por Vicente Puchol, Manuel Ambou y Fernando Martínez, tres grandes personas y amigos, a los que tuve la suerte de conocer una tormentosa tarde de verano, aquí en Riópar.
Os recomiendo:
Casas Rurales El Patio de Las Flores
Hostal-Restaurante Los Bronces